Un emprendedor no debe repetir los mismos proyectos para evitar riesgos porque la rutina inexorablemente hará que su empresa pierda vigencia y quede fuera del mercado.
Todo cambio genera incertidumbre, temor e inseguridad porque no se tiene certeza sobre lo que puede suceder al transitar caminos desconocidos. Por esta razón, muchos emprendedores prefieren repetir las conductas que le dieron buenos resultados en el pasado realizando una gestión conservadora. Tienen temor que al cambiar de planes o buscar nuevas metas los lleve a cometer equivocaciones, enfrentar contingencias, fracasar y perder lo que lograron en el pasado. Ante lo desconocido o ante la posibilidad de correr riesgos prefieren asumir conductas cautelosas, mesuradas y repetitivas.
El problema de reiterar los mismos planes y no generar cambios en el proceso productivo es que –a la corta o a la larga– se producirán consecuencias negativas para la empresa. Aferrarse a una rutina lleva a soterrar la creatividad, la innovación y el entusiasmo colectivo que se requiere para acompañar los cambios constantes de la demanda social.
Repetir el mismo proceso productivo, los mismos planes y los mismos productos impide actualizar el emprendimiento quedando expuesto a ser expulsado del mercado por una competencia más activa y dinámica. La rutina lejos de ser un salvavidas que permite permanecer a flote se convierte en una carga muy pesada que hunde a la empresa por falta de innovación, inercia y cancelación de estímulos para emprender nuevos desafíos.
La rutina adormece el espíritu innovador, atemoriza y promueve actitudes conservadoras con lo cual las acciones creativas se neutralizan y la pasión se esfuma.
La gestión rutinaria cancela el futuro porque se aferra al pasado. Al repetir planes y objetivos un emprendimiento se aleja gradualmente de la movilidad del mercado. Al hacer siempre lo mismo mata la voluntad y la pasión que tiene que tener para buscar nuevas metas que permitan que la empresa se mantenga vigente, actualizada y a la vanguardia. Con la repetición de conductas se instala el calvario de la mediocridad y la chatura que impide la renovación, la evolución y el progreso.
La conducta rutinaria del empresario tiene consecuencias negativas hacia el interior del emprendimiento. La falta de innovación y la repetición de actividades influyen sobre todos los empleados con lo cual dejan de hacer aportes creativos y proponer cambios. Se aferran a la comodidad de la rutina por lo que suelen mostrar disconformidad ante cualquier cambio que se proponga. Se sienten a gusto haciendo siempre lo mismo y no teniendo la presión de aprender cosas nuevas y cambiar de actividades. Al adoptar esa actitud ignoran que están cancelando su futuro dado que la rutina conduce indefectiblemente al estancamiento de la empresa como paso previo a la cancelación de sus trabajos por pérdida de competitividad y desinterés del mercado por sus productos.
Dado la movilidad de la economía moderna, la rutina mata el progreso, la evolución empresarial, la rentabilidad y la posibilidad de que una empresa siga vigente.
La única forma de contrarrestar el estancamiento creativo, la apatía colectiva, la mediocridad y la repetición de los mismos planes es cerrando la puerta a la rutina para sumergirse en un futuro innovador. Para ese fin toda gestión empresarial debe soterrar la repetición de planes y generar nuevos proyectos que revivan la pasión por hacer cosas nuevas.
Un emprendimiento debe buscar su transformación permanente. El cambio constante de la demanda social la obliga a no tener actitudes conservadoras y rutinarias. Repetir siempre lo mismo lleva a mal puerto. Si una empresa no quiere ser desplazada del mercado tiene la obligación de abandonar la rutina para abocarse a innovar y generar nuevos proyectos. No se puede repetir eternamente los planes aunque en el pasado hayan dado beneficios. Hay que entender que la rutina mata el progreso.
En la actualidad es imposible mantener o acrecentar la rentabilidad de un emprendimiento a lo largo del tiempo sin innovar la línea de producción o sus productos. La movilidad social, los cambios en el consumo, la competencia, la diversidad de la oferta y las revoluciones tecnológicas obligan a estar en constante trasformación si se pretende que un emprendimiento siga vigente. Solo los que renuevan su producción y sus productos tienen posibilidad de crecer, expandirse y ser competitivos.
Un emprendedor cauteloso y conservador que no se anima a cambiar corre con desventaja con respecto a aquellos que tienen la osadía de emprender nuevos proyectos. La timidez, la vacilación, el temor o la prudencia son muy peligrosos en un escenario económico regido por el cambio permanente, la competencia sin límites, el frenesí del consumo y la fluctuación constante de las necesidades. Seguir una rutina y quedarse en una zona de confort por temor a cambiar es contraproducente para una empresa. Es necesario que un emprendedor tenga el coraje y la osadía de implementar nuevos proyectos. Es esencial que no pierda el tiempo en vacilaciones dilatorias que lo único que hacen es llenarlo de dudas y pensamientos negativos que le impiden avanzar.
Cuando un emprendedor titubea, reflexiona en exceso o vacila, termina atrapado por la rutina. Detrás de una supuesta mesura y actitud reflexiva termina realizando siempre lo mismo con lo cual deja de emprender los cambios que necesita para sobrevivir.
El dilema entre arriesgarse a cambiar o aferrarse a la rutina siempre está vigente en la vida profesional de un emprendedor. No son pocas las ocasiones en que hay que decidir entre quedarse en una zona de confort o lanzarse a una nueva aventura emprendedora. Este dilema es insoslayable en los actuales tiempos económicos que no dan sosiego por la presión del mercado. Lógicamente que cada empresario deberá resolver ese dilema de acuerdo a sus circunstancias, necesidades, premuras o presiones. Pero lo que ninguno puede desconocer es que si no cambia y se aferra a la rutina está optando por el estancamiento. Quedarse en una zona de confort, creyendo que si repite lo mismo que le trajo beneficios seguramente lo conducirá al fracaso o su gradual desaparición.
Si un emprendedor quiere crecer y mantenerse vigente debe superar sus temores y abandonar las conductas rutinarias. Su condición de hacedor lo obliga a estar siempre activo, buscando oportunidades novedosas. Si por inseguridad, dudas o miedos no se anima a llevar adelante nuevos proyectos seguramente su futuro será poco promisorio. Pagará un precio muy alto por no animarse a innovar o por quedarse en una zona de confort haciendo siempre lo mismo.
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