Si bien emprender exige mucho esfuerzo, dedicación y pasión, esto no implica que un emprendedor deba inmolarse detrás de sus objetivos o deba estar al servicio de la empresa las 24 horas durante los 7 días de la semana.
La gestión empresarial genera muchas satisfacciones pero como contrapartida tiene numerosas exigencias que condicionan la vida personal y profesional de su responsable. Dirigir una compañía, grande o pequeña, requiere una gran dedicación, esfuerzo y sacrificio que no siempre se traduce en beneficios como suele pensar la mayoría de la sociedad. Es sabido que gran parte de los emprendimientos no logran resultados económicos positivos a pesar del esfuerzo que demanda su creación y mantenimiento. Esta falta de buenos resultados lleva a muchos emprendedores a tener que librar constantemente batallas épicas para revertir los problemas y superar las adversidades. Ponen cuerpo y alma para lograr no formar parte del 80% de los emprendimientos que fracasan antes del segundo año.
El esfuerzo y exigencias que demanda llevar adelante un emprendimiento suele traducirse en que sus responsables deban trabajar física y mentalmente los 7 días a la semana para tratar de alcanzar sus objetivos. Aunque esta afirmación parece ser exagerada es una realidad en la gran mayoría de los casos. Un alto porcentaje de emprendedores –sobre todo al iniciar un negocio– desconocen lo que es descansar plenamente los fines de semana o los días feriados porque siempre tienen pendientes u obligaciones que requieren su atención y presencia. Esas exigencias impiden que su mente pueda desenchufarse de sus responsabilidades porque la tienen ocupada en desentrañar los problemas que deben resolver o en los proyectos que están pendientes de realizar.
La dedicación full time a la empresa no es buena ni recomendable para un emprendedor. Ese esfuerzo y dedicación desmesurada termina afectando su salud física, el equilibrio emocional, la creatividad, la eficacia de la gestión y las relaciones con sus familiares o amigos. Es necesario poner un límite al esfuerzo y dedicación aunque no se tenga ganas de abandonar la trinchera hasta que se gane la batalla. Todo exceso es negativo, por lo que gestionar física y mentalmente todo el día suele tener consecuencias dañinas que podrían evitarse si el emprendedor es mesurado en algunos de sus comportamientos habituales.
Si un emprendedor está abocado a pensar y trabajar intensamente los 7 días algo está haciendo mal. Esa actitud, aunque merezca un aplauso en ciertas circunstancias, no puede ser aprobada ni alentada como modo de vida permanente. Un emprendedor debe controlar su ansiedad, frenesí y deseos de éxito. Debe evitar que el exceso de trabajo y concentración mental lo lleve al estrés, a la fatiga y al desequilibrio emocional. Encarar un emprendimiento y gestionarlo no puede constituirse en una actividad obsesiva y excluyente que lo lleve a trabajar todo el día.
Encarar la gestión de un emprendimiento bajo el formato de dedicarle los 7 días de la semana, a la corta o a la larga, habrá de perjudicar al emprendedor y a la empresa que gestiona.
Es cierto que organizar una empresa es un trabajo exigente que requiere muchas horas de esfuerzo personal y profesional. También es cierto que emprender demanda tenacidad, perseverancia, coraje, pasión, dedicación y asumir compromisos que no siempre se pueden cumplir como se esperaba. Es un trabajo de elevada responsabilidad y exigencia porque de sus resultados depende no solo el emprendedor sino el futuro de la empresa y sus empleados. Sin embargo, a pesar de ese esfuerzo y exigencias de ninguna manera la actividad emprendedora debe tomarse como una epopeya épica por la que hay que estar dispuesto a inmolarse. Ese tipo de conducta puede ser útil y hasta estimulante en algunos momentos especiales de la gestión, pero no puede ser un comportamiento permanente de gestión.
Si bien es cierto que emprender requiere mucha pasión, creatividad y esfuerzo, esto no implica que un emprendedor deba acabar su salud física y mental detrás de sus objetivos. Emprender no es una epopeya propia de los dioses del Olimpo. Hay que saber graduar el esfuerzo y los sueños para que no se conviertan en una pesadilla. Todo responsable de gestionar debe aprender a canalizar sus energías y capacidades de manera eficiente, ordenada, organizada y eficaz sin tener la necesidad de agotarse o estresarse. Debe potenciar su esfuerzo priorizando objetivos, apalancando el esfuerzo de sus colaboradores, administrando idóneamente los recursos y delegando responsabilidades para no tener que estar en todo las 24 horas del día.
Un emprendedor debe aprender a establecer prioridades. Una gestión eficiente requiere concentrarse en lo relevante e importante para la empresa, postergando para otro momento los objetivos secundarios y menos rentables. Es un error pretender encarar múltiples objetivos al mismo tiempo. Es fundamental definir la importancia de los objetivos que se van a emprender para establecer prioridades de acuerdo a la rentabilidad, los recursos disponibles y las fortalezas de la empresa.
Aunque la actitud comprometida de un emprendedor hacia su empresa es meritoria e incluso es motivadora para sus colaboradores el tratar hacer todo y estar en todo es una actitud equivocada porque sus resultados por lo general terminan siendo negativos. Es necesario que seleccione las actividades en las cuales su participación es positiva para el crecimiento de la empresa y delegue sus responsabilidades. Debe priorizar sus objetivos y dedicarse solamente a aquellos en donde es más eficiente. Priorizar estrategias y gestionar es una tarea de por si compleja y demandante como para que le sume actividades que perfectamente pueden hacer sus empleados. Un empresario eficiente es el que delega y no quiere estar en todos los frentes de batalla.
El responsable de una gestión debe saber que su principal activo para potenciar un emprendimiento son sus empleados. Por lo tanto, es fundamental que elija un equipo de trabajo idóneo para delegar sus responsabilidades a fin de alcanzar una eficacia productiva que jamás logrará si quiere hacerlo todo por su cuenta. La omnipresencia empresarial es negativa porque bloquea la participación de los empleados, pone un límite a la expansión de la empresa y termina afectando la salud del empresario.
Un empresario debe gestionar con la colaboración de su equipo de trabajo porque esa participación apalanca la productividad porque los empleados se sienten motivados y reconocidos. Sienten que tienen un espacio para poder desarrollar todas sus potencialidades sin que el empresario les diga qué hacer y cómo hacerlo. Esta manera de gestionar no solo beneficia a la empresa sino que permite que su responsable no tenga una carga de trabajo extenuante y consecuentemente poco eficaz.
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