La confianza construye afectos, genera entusiasmo, estimula el compromiso y repercute favorablemente en la productividad al permitir que el empresario y su entorno trabajen de manera mancomunada.
Un emprendedor que no genera confianza tendrá dificultades para lograr que sus colaboradores, clientes o proveedores se comprometan con su gestión o le brinden toda su colaboración. Si no logra que el entorno crea en su honestidad, su capacidad para gestionar o en la validez de su palabra tendrá pocas posibilidades que adhieran a sus proyectos, se entusiasmen con sus propuestas y se comprometan más allá de sus obligaciones contractuales.
La desconfianza hacia el responsable de la gestión afecta las relaciones humanas, generan distanciamiento con los empleados e impide que se desarrollen vínculos sinceros porque sobrevuela la incertidumbre, la inseguridad y la suspicacia con respecto a su conducta. La falta de confianza se convierte en una traba insalvable para lograr que las personas con las que se entablan relaciones laborales y comerciales abran sus corazones y adhieran sin reparo a las propuestas que se les realice.
Un emprendedor debe ganarse la confianza de su entorno con gestos que no despierten dudas sobre su transparencia, sinceridad, veracidad y honestidad. Debe saber que la confianza no se da de forma espontánea sino que es necesario construirla con actitudes y comportamientos positivos para ganarse el afecto y respeto de sus colaboradores. También debe comprender que los empleados no son eslabones de un engranaje de producción sino que son personas con sentimientos, inquietudes, ideas y sueños por lo que necesitan que se los considere, escuche y aliente con sinceridad. Por tal motivo, el responsable de gestionar tiene la obligación de acercarse a su equipo, interesarse por ellos y demostrar que su participación es relevante. Al tener ese acercamiento logrará que los vínculos humanos sean más sólidos, el trabajo colectivo se potencie y la desconfianza desaparezca.
La confianza es un capital intangible que permite construir relaciones firmes y comprometidas con las personas con las que se interactúa en un emprendimiento.
La confianza multiplica los resultados positivos de una gestión porque logra que los equipos de trabajo no sean reticentes a participar, colaborar y cohesionarse con el empresario para alcanzar objetivos en común. La confianza es un capital que debe ser cuidado porque es muy difícil de construir y conservar porque un empresario siempre está en el ojo de la tormenta por lo que sus conductas están permanentemente siendo observadas y evaluadas críticamente por su entorno.
Ganarse la confianza de los empleados, clientes y proveedores no es fácil ni sencillo para quien gestiona. La existencia de intereses económicos y luchas de poder son determinantes para que el entorno del empresario siempre esté analizando sus actitudes dado que existe la sospecha que, por la posición que ocupa en la empresa, puede engañarlos, mentirles, dañarlos o no cumplir con la palabra empeñada. Esa mirada crítica determina que la confianza de los empleados hacia el empresario penda de un hilo muy delgado. Hilo que se puede cortar en cualquier momento cuando los empleados perciben o descubren un acto engañoso, una promesa incumplida o una decisión inapropiada.
Lograr que los empleados y el entorno confíen en el empresario no es sencillo porque existen muchos prejuicios negativos sobre los comportamientos empresariales. La mayoría de las personas tienen una opinión negativa hacia los empresarios por asociarlos con la mentira, la explotación, la corrupción o el abuso. Se los mira con recelo porque se considera que siempre actúan en beneficio propio y contra de los intereses de quienes lo rodean. Por lo tanto, es muy difícil ganarse la confianza de quienes a priori se tiene una opinión negativa. Sin embargo, esta situación es posible de revertir.
Un empresario puede revertir la opinión negativa que tiene la sociedad. Lo puede lograr si gestiona con transparencia, honestidad, eficiencia, sin injusticias y respetando los derechos que les corresponde a todos los que intervienen en el proceso productivo. También ayuda a que sea confiable si el entorno percibe que existe una correlación directa entre lo que promete y cumple. El doble discurso, la mentira, la hipocresía, la falsedad, la manipulación o el engaño no permiten construir relaciones sinceras ni generar vínculos confiables.
Si la palabra es mentirosa o se utiliza para prometer beneficios que nunca se otorgarán la confianza jamás podrá existir.
Es cierto que en la vida en general, y en las actividades económicas en particular, las promesas no siempre se pueden cumplir a pesar de las buenas intenciones de quien promete. Es posible que las promesas del empresario hayan sido sinceras al momento de formularse pero por diferentes razones no pudieron ser sostenidas con el paso del tiempo. Nadie está exento de enfrentar imprevistos, contingencias o cometer errores que impiden cumplir con la palabra empeñada en el pasado. Ante estas circunstancias el empresario debe demostrar que no fue su intención engañar u ocultar información. Debe actuar de forma honesta si quiere conservar la confianza de su entorno. Si no pudo cumplir con lo ofrecido debe poner la cara para reconocer el error o anunciar la contingencia que impidió cumplir con lo prometido a fin que sus colaboradores no se sientan defraudados o engañados. Reconocido el error o las contingencias es necesario que el empresario se responsabilice de los daños causados a la gente y demuestre su voluntad sincera de enmendarlos. Solo haciéndose cargo de los daños ocasionados podrá mantener la confianza de aquellos que la rodean. Incluso es posible que esa actitud lo haga más confiable porque demostrará su entereza al hacerse cargo de sus desaciertos.
Un emprendedor si quiere ser confiable ante su entorno no tiene otro camino que actuar y demostrar que es un líder justo, eficiente, honesto y sincero. Debe demostrar que le interesa lo que le sucede a sus colaboradores y que es transparente en su gestión. Si actúa de esa manera podrá generar una relación confiable con sus colaboradores, logrando respeto, admiración, afecto y credibilidad. Por el contrario si miente, engaña y oculta información perderá rápidamente la confianza.
Cabe aclarar que la confianza de los empleados hacia el empresario también se construye, consolida y fortalece cuando demuestra tener talento, creatividad e idoneidad para llevar adelante los proyectos. Sus habilidades, conocimientos, inventiva, pasión y capacidad de gestión son muy importantes para generar confianza entren aquellos que lo rodean. Saber que el empresario tiene habilidades para sortear obstáculos o poner a la empresa en la vanguardia genera mucha tranquilidad entre sus empleados porque sienten que pueden estar seguros de que mantendrán sus empleos, sus ingresos y capacidad de progresar.
La confianza, admiración y respeto hacia el empresario también se logra cuando los empleados perciben que su conducta honesta trasciende las fronteras de la empresa. Si se sospecha o visualiza que el empresario es corrupto o un títere de los grupos de poder su credibilidad se perderá rápidamente. Los colaboradores o clientes, con justa razón, dejarán de tener confianza hacia el empresario que cometió acciones deshonestas porque saben que esas conductas seguramente se repetirán hacia ellos en algún momento.
Es innegable que la confianza hacia el empresario es fundamental para el mejor funcionamiento de la gestión. En cambio la falta de confianza hacia él repercute negativamente en su gestión y en las relaciones con sus empleados y proveedores. Al no existir ese capital intangible llamado confianza desaparece el consenso, el respeto, la participación, el entusiasmo, la credibilidad, la colaboración franca y el compromiso por hacer las cosas mejor. La desconfianza instala relaciones conflictivas, luchas de poder y vínculos llenos de rencor.
https://heraclito.com.ar/post.php?post=226
contact0