La necesidad de aparentar conocimientos y capacidades que no se tienen para ser valorado por el entorno hace que muchos emprendedores vivan atemorizados pensando que algún momento su engaño será descubierto.
No son pocos los temores y pensamientos negativos que acechan la mente y el corazón de los emprendedores. Dentro de la lista de temores hay uno que ocupa un lugar destacado en los ámbitos empresariales altamente competitivos en donde las capacidades, los títulos académicos y los antecedentes son tenidos en cuenta para analizar las posibilidades de hacer negocios, invertir o asociarse. Ese temor se denomina síndrome del impostor y es consecuencia de haber ocultado, mentido o aparentado tener experiencias o conocimientos que en verdad no se tienen. Ese engaño genera que el emprendedor viva en un estado de estrés y angustia por temor que las mentiras salgan a luz y se ponga en evidencia que sus conocimientos o antecedentes son parcial o totalmente falsos.
El síndrome del impostor es un miedo lo padecen aquellos emprendedores o profesionales que han hecho creer al entorno –adrede o por omisión– que tienen méritos o condiciones que en verdad carecen. Es un tipo de temor es muy frecuente en los ámbitos económicos competitivos en donde –para ser contrato o hacer negocios– suele ser gravitante demostrar un alto nivel de conocimientos, capacidad de gestión o experiencia. La necesidad de aparentar determinados talentos para ser valorados por el entorno hace que muchos finjan o engañen mostrando una imagen o antecedentes que no se condice con la realidad. A través del silencio, fingiendo, distorsionando hechos o con sutiles engaños tratan que los demás crean que tienen ciertas condiciones para aparentar méritos inexistentes.
Solo los que lo padecen este síndrome saben lo terrible que es saberse un impostor. Convivir con la sensación que el entorno –conformado por la competencia, clientes, socios, proveedores o redes sociales– en cualquier momento pueden llegar a descubrir que las aptitudes, talentos, formación académica o capacidad creativa no son los se ha hecho creer genera un profundo temor. Haber dejado que los demás creyeran que se tienen méritos que se carecen, ocultado falencias o dar entender que se posee una formación profesional que no se tiene genera en el impostor un estado emocional de profunda fragilidad.
Haber engañado al entorno sobre capacidades que se carecen genera culpas no fáciles de sobrellevar y produce un miedo profundo por saber que en cualquier momento el ocultamiento o falsedad puede ser descubierto.
Aparentar que se tienen condiciones que se carecen, además de miedo, genera mucha tensión y estrés en el impostor. Al simular talentos y ocultar carencias lo obliga a estar muy atento a lo que hace y dice para no se descubra su fraude. Le exige estar pendiente de no meter la pata con actitudes o propuestas que pongan en evidencia su engaño. Lo condiciona a aparentar que tiene capacidades inexistentes y lo obliga a estar constantemente aumentando su engaño con nuevas afirmaciones u omisiones para apuntalar el fraude inicial.
Construir y sostener en el tiempo una mentira o engaño genera un profundo estrés y angustia en el impostor porque la mente permanentemente le envía señales negativas señales anunciando que en algún momento el velo que oculta sus mentiras se correrá haciendo añicos su prestigio y futuro profesional.
Saberse un impostor –al mostrar una imagen y capacidad que no se tiene– generalmente lleva a tener una actitud de bajo perfil para no exponerse demasiado y estar obligado a acreditar antecedentes que no se pueden sostener. El impostor es consciente que carece de los méritos que los demás valoran, por lo que no suele exponer abiertamente sus pensamientos y proyectos para no ser desenmascarado. Por lo tanto, el impostor busca –en la medida de lo posible– de no sobresalir socialmente ni académicamente para no mostrar fisuras en lo que aparentan representar. Son reacios a poner la cara y exponerse públicamente. Por eso evitan dar conferencias, buscar inversores, solicitar créditos bancarios o integrar cámaras empresariales en donde puede ser descubierto su fraude.
Sentirse un impostor es una limitante para el emprendedor al momento proponer proyectos o exponerse en público porque siente que al hacerlo tendrán que demostrar condiciones, conocimientos o títulos que sabe que carece.
Cabe aclarar que el empresario o emprendedor que padece el síndrome del impostor no es semejante a un estafador profesional que ha perdido todos los escrúpulos a la hora de mentir dado que su vida está basada en el engaño para lograr un beneficio mal habido. El impostor, por el contrario, siente culpa por ser deshonesto y haber transitado un camino de engaños. Quisiera que ese fraude desaparezca mágicamente para sentirse liberado y no tener que estar ocultando su mentira. Vive con temor porque sabe que en cualquier instante será descubierto con lo cual padecerá humillación, vergüenza y descalificación social.
La única manera que un empresario pueda terminar con ese miedo –que lo hace sufrir, estresa y acorrala– es dejar de ser un impostor. Si quiere superar esa sensación negativa debe dejar de engañar a su entorno. Es imposible que pueda convivir con ese miedo por siempre, no solo porque es un sufrimiento difícil de sobrellevar sino porque el fraude finalmente saldrá a la luz. En mundo tan interconectado, informado por redes y con la vida privada cada vez más expuesta, es muy difícil mantener una apariencia falsa mucho tiempo.
Para superar el síndrome del impostor no queda otro camino que dejar de engañar al entorno y decir la verdad. Es cierto que es muy difícil desenredar un pasado de omisiones y ocultamientos destinados a aparentar una imagen falsa. Esa red de engaños y mentiras no es fácil de deshacer sin consecuencias dolorosas. Sin embargo, el emprendedor honesto y con pudor no podrá construir un futuro digno tejiendo mentiras. Si quiere construir un futuro honesto y vivir sin culpas debe terminar con ese laberinto de mentiras que lo ahoga, erosiona y limita sus potencialidades. Necesita salir de ese atolladero enfrentando su engaño, pidiendo disculpas, enmendado daños y reconociendo errores. Debe cortar de cuajo el nudo gordiano que lo tiene atemorizado y avergonzado.
Blanquear los engaños y demostrar que se tienen condiciones verdaderas hará que con el paso del tiempo pueda superarse el miedo y construir una vida profesional sin culpa.
Reconocidos las omisiones y el engaño será necesario demostrar los verdaderos méritos y capacidades que verdaderamente se tienen. Si los resultados de su accionar son positivos o las ideas que propone son generadoras de negocio el entorno comenzará a reconocer sus capacidades y tratar de olvidar sus mentiras. Es cierto que no será nada fácil recorrer este camino ya que no todos estarán dispuesto a olvidar su fraude. Pero ese futuro complejo y doloroso siempre será mejor que seguir engañando y padeciendo un miedo que cancela su felicidad. Para reconvertir su vida será necesario tener una fuerte voluntad y coraje para reconocer sus engaños y salir hacia adelante. No hacerlo lo hará padecer un miedo eterno y destructivo. Si está dispuesto a comenzar un nuevo camino se sentirá libre de ataduras, con energía y con un fuerte impulso emprendedor para explotar sus verdaderos talentos.
Para animarse a dejar atrás su fraude y replantearse su futuro un emprendedor debe comprender que en el mundo de los negocios los títulos académicos y antecedentes laborales son una importante referencia para saber quiénes somos y que sabemos, pero de ninguna manera son la única vara para medir el talento profesional y capacidad de una persona. Los empresarios son considerados y valorados por lo que hacen y por su conducta profesional. No es importante tener títulos, capacidades o relaciones para triunfar sino se tienen condiciones creativas y hacedoras. Demostrar esos verdaderos talentos debe ser el objetivo de todo emprendedor.
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