Ernesto Sandler
POLÍTICA ECONÓMICA Septiembre 2024

El valor del trabajo en la producción


A pesar de los presagios negativos de los futurólogos el trabajo humano no se encuentra en vías de extinción, sino que sigue siendo esencial para la producción, el desarrollo económico y el bienestar social.

En nuestro país los trabajadores son considerados un factor relevante del proceso productivo por lo que  son valorados y protegidos por encima de cualquier otro participante de la actividad económica. Esta valoración es correcta ya que el trabajo es uno de los factores más importantes para la producción de riqueza junto al capital y los recursos naturales. Sin el esfuerzo físico, intelectual y creativo de los integrantes de la sociedad sería imposible la generación de riqueza necesaria para mejorar la calidad de vida.

LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO

Aunque los recursos de capital, la tecnología, la robótica y la Inteligencia Artificial hayan adquirido una relevancia protagónica en los procesos de producción, el trabajo sigue siendo esencial para dar inicio a un proceso destinado a generar algún tipo de riqueza en forma de  bienes o servicios. A pesar de los presagios negativos de muchos futurólogos, el trabajo humano no se encuentra en vías de extinción sino que sigue siendo esencial para la producción y el desarrollo económico. Es cierto que a diario cambian las formas de trabajar en cuanto a la utilización de la fuerza física o el intelecto pero esta realidad no puede ocultar una realidad insoslayable: la producción de bienes y servicios sigue requiriendo del trabajo humano. 
Por el momento es imposible imaginar un sistema de producción de riqueza sin trabajadores. Es cierto que la demanda de mano de obra tradicional es cada vez menor dado que paulatinamente se incrementa la robotización y la utilización de diferentes tecnologías en los proceso productivos. También es una realidad que cada vez es mayor la gente que realiza labores desde su casa, trabaja de manera independiente o su principal músculo es la mente. Sin embargo, esos cambios y otros que se suceden en los formatos de trabajo no pueden llevar a la conclusión de que el trabajo humano tiende a desaparecer o no es relevante en los procesos de producción, comercialización o para gestionar un Estado. Si bien las formas de trabajar –en cuanto las actividades a realizar, las profesiones o el tiempo de dedicación– cambian constantemente esto no implica que el trabajo humano ya no sea necesario o este por extinguirse. Siempre que desaparece un formato laboral por desuso aparece otro formato para cubrir las nuevas necesidades y novedades creativas. Esto no implica desconocer que la tecnología, la robotización y la inteligencia Artificial están generando profundos cambios que influyen directamente en las demandas laborales y los formatos de trabajo que habrán de prevalecer. Por esa razón la capacitación, la especialización, la actualización y la flexibilidad mental cada vez es más necesaria para mantenerse activo y requerido por las fuerzas de la producción.

TODOS SON TRABAJADORES 

Al referirnos al trabajo como uno de los factores esenciales para la producción de riqueza hay que realizar algunas observaciones y aclaraciones que –no tenerlas presentes–  generan erróneas políticas públicas y sindicales. 
La primera confusión versa sobre quiénes deben ser considerados trabajadores. Para la ciencia económica los trabajadores son todas las personas que contribuyen con su esfuerzo físico o intelectual a la producción, distribución o comercialización de riqueza en forma de bienes o servicios. Desde esta perspectiva la economía no se limita a considerar como trabajadores solamente a los empleados en relación de dependencia en una empresa o en el Estado. Ser trabajador es una categoría económica que incluye tanto a los llamados empleados en relación de dependencia como a los que laboran por cuenta propia para producir un bien o un servicio. La diferencia que  existe entre los trabajadores dependientes y los trabajadores independientes es que los primeros deben responder a las directivas de un jefe y sus salarios están asegurados por acuerdos celebrados con sus empleadores, mientras que los trabajadores independientes laboran por cuenta propia, son sus propios jefes y si no logran alguna forma de riqueza no obtienen ningún ingreso. 
No tener en cuenta que dentro de la categoría de trabajadores se incluye a todas las personas que laboran de manera dependiente o independiente tiene consecuencias económicas, jurídicas, sindicales y sociales que no favorecen la construcción de un ordenamiento social positivo y productivo. Esto es lo que sucede en Argentina en donde los dirigentes políticos, sindicatos, los gobiernos, el Poder Judicial y gran parte de la sociedad tiende a considerar como trabajadores a los empleados que dependen de un empleador y cobran un salario, excluyendo de esa categoría a los que trabajan de manera independiente o emprenden por su cuenta una actividad económica. A partir de esta errónea valoración, la mayor parte de nuestra legislación a la hora de conceder derechos y establecer obligaciones considera como trabajadores solamente a los empleados en relación de dependencia, aunque en los últimos años –por el cambio en los hábitos económicos de producción– el Estado ha empezado a considerar como trabajadores autónomos a los que laboran por cuenta propia con el propósito de cobrarles impuestos y que hagan aportes jubilatorios. Sin embargo, a pesar de los cambios que comienzan a aparecer en el horizonte laboral todavía existe gran resistencia por parte del sindicalismo y los gobiernos a reconocer a los trabajadores independientes los mismos derechos y beneficios que tienen los empleados en relación de dependencia. 
La mirada parcial y errónea de considerar que los verdaderos trabajadores son solamente los que dependen de un empleador  tiene sus raíces en las ideologías dominantes en el siglo XIX. Percepción que ha quedado bastante obsoleta por los cambios laborales que están ocurriendo en los sectores del trabajo desde hace mucho tiempo. En gran parte de las naciones –y nuestro país no es una excepción– actualmente la mitad de las personas que ejercen alguna actividad económica no son empleados en relación de dependencia  sino que son trabajadores independientes. Esto es  así no solo porque las actividades productivas y la tecnología actual lo facilita sino porque la característica del siglo XXI es que los jóvenes que trabajan no quieren tener jefes, horarios fijos ni que les digan qué tienen que hacer.

TRABAJO PRODUCTIVO 

Para que el trabajo dependiente o independiente pueda ser compensando con un ingreso –llamado salario– es fundamental generar o producir  algún tipo de riqueza económica. Si el trabajador no genera algún bien, servicio o propuesta creativa que tenga  un valor económico para la  sociedad no hay posibilidad –en teoría– de obtener una compensación económica aunque se haya realizado un gran esfuerzo físico o mental. Sin embargo, en la práctica esta relación directa entre la “riqueza producida y monto salarial percibido” no suele darse, por lo menos en el corto plazo. Esto sucede porque la mayoría de los empleadores privados o públicos adelantan los salarios a los trabajadores, es decir les pagan un salario mensual a pesar de no haber obtenido alguna tipo de riqueza económica dado que la producción de esos bienes  o servicios demandan un tiempo de realización. Ese adelanto de salarios es posible de realizar gracias a tener un capital atesorado que permite comenzar y desarrollar un proceso productivo sin haber llegado a generar el bien buscado. Cuando eso suceda, con la riqueza obtenida se saldaran esos salarios que fueron adelantados. 
Teniendo presente que el trabajo –a la corta o larga– debe generar riqueza para poder ser compensado con un ingreso salarial es importante que todo trabajo sea productivo. Si el trabajo no es productivo –es decir que no genera algún tipo de riqueza– no habrá recursos para compensar salarialmente a los trabajadores. Al gastarse el capital atesorado y no producir ningún tipo de riqueza no habrá manera de distribuir ingresos entre los trabajadores por más que se hayan esforzado físicamente o protesten. 
A los trabajos que generan riqueza en forma de bienes o servicios se  los llama trabajos productivos mientras a lo que no arrojan ningún resultado que sea demandado por la sociedad o beneficie a quien lo realiza se lo denomina trabajo improductivo. Tener en cuenta la diferencia entre estos dos tipos de trabajo es importante porque los primeros habrán de generar cierta riqueza que permitirá compensar con un ingreso el trabajo realizado, mientras que en el caso de  los trabajos improductivos que no generan un resultado positivo habrá que buscar otras fuentes de financiación externa dado porque la actividad realizada  no genero ningún tipo de riqueza. 
Esta relación entre el monto salarial a percibir en función de riqueza producida vale para toda actividad, incluida las empresas que adelantan salarios en función de la proyección de un resultado positivo a darse en el  futuro. Si la riqueza esperada no se produce esas  empresas quiebran y los  empleos desaparecen. En el caso de las instituciones del Estado que adelantan y pagan salarios aunque los trabajadores no generen algún tipo de servicio o beneficio valorado económicamente será necesario que el Tesoro  Público los solvente con los impuestos o la emisión monetaria inflacionaria.

SALARIO 

Los salarios deben representar la parte proporcional de riqueza producida por el aporte del trabajo. Estos montos salariales en los trabajos de relación de dependencia por lo general son acordados entre el empleador y el empleado de manera individual o por convenios colectivos. Una vez definido el monto salarial a percibir por el empleado, la mayoría de las normas jurídicas prevalecientes en la comunidad internacional establecen el principio de que cada trabajador es dueño de su salario. Situación que no sucede en nuestro país porque el Estado se queda con una parte importante del salario al aplicar impuestos y contribuciones que cercenan el ingreso que le corresponde al empleado. 
En Argentina un empleado en relación de dependencia percibe un ingreso neto muy inferior al sueldo bruto pactado o acordado con su empleador. De allí que en la jerga laboral se remarque la diferencia existente entre el sueldo bruto y el salario de bolsillo que representa el ingreso que realmente cobra el empleado una vez deducidos los impuestos a las ganancias, las cargas sociales, las cargas sindicales y otros gravámenes. 
Cabe aclarar que las cargas públicas que se aplican directamente sobre el salario bruto del trabajador no son las únicas que cercenan el salario que le corresponde al empleado. El salario neto que percibe el trabajador también es reducido de forma indirecta porque el empleador debe afrontar las llamadas cargas patronales y otros impuestos a su cargo. Al estar obligado a pagar cargas patronales adicionales al salario pactado con el empleado, lo que suele suceder es que el empleador ofrece un monto inferior de salario a fin de tener reservas económicas para afrontar las cargas patronales exigidas por el Estado. 
La existencia de cargas patronales más los impuestos al ingreso del trabajador no sólo reducen el salario de bolsillo que podría cobrar el empleado sino que genera otras consecuencias negativas. Por un lado, el incremento del costo del salario bruto que debe afrontar un empleador genera la retracción de la demanda global de empleo justamente por el aumento de los costos salariales. Por otra parte, las cargas y contribuciones imputadas a los salarios generan la expansión del mercado laboral informal para evitar los impuestos y de esa manera mejorar el monto del salario de bolsillo.

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